Cuando una empresa del sector industrial compra las materias primas que necesita para sus procesos conoce exactamente su precio. Esto le permite calcular los costes de producción y el margen comercial que puede aplicar en sus productos antes de venderlos a sus clientes.

Pero imaginemos que no fuera así. Supongamos que la empresa tuviera que prever de antemano qué coste tendrán las materias primas y que éstas sufran unas oscilaciones de precio descomunales. Además, imaginemos que en el mercado hubiera pocos proveedores de estas materias y que el cambio de uno a otro fuera, como mínimo, difícil. Y, finalmente supongamos que los contratos de compra de estas materias primas fueran complejos y las facturas casi indescifrables.

Pues eso es exactamente lo que pasa con la energía. Y hasta unos límites que cuestan de imaginar.

Un ejemplo sobre la oscilación de los precios: según el Informe Anual 2021 de MIBGAS, el 21 de mayo de 2020 se registró un precio mínimo histórico de 4,32 €/MWh para el gas con entrega al día siguiente. Sin embargo, el 21 de diciembre de 2021, el precio alcanzó un máximo histórico de 183,00 €/MWh. Esta variación representa un incremento del 4.137% en solo 19 meses. ​

En el caso de la electricidad, el aumento en este periodo fue “más moderado”. El 21 de mayo de 2020, el precio medio de la electricidad en el mercado mayorista fue de 21,12 euros por megawatt hora (€/MWh). El 21 de diciembre de 2021, el precio alcanzó un máximo histórico de 360 €/MWh. Esta diferencia representa un incremento del 1.604%.

Contratos y tarifas de alta complejidad

Los precios son increíblemente volátiles, pero tampoco ayudan en nada el tipo de contratos que las comercializadoras proponen a sus clientes. Más allá de las opciones en base a precios fijos, precios indexados al mercado mayorista o modelos híbridos, muchos de los contratos no incluyen información transparente que facilite la posibilidad de renegociar las cláusulas o de comparar ofertas de manera efectiva. Esto, junto con una estructura tarifaria muy compleja, hace prácticamente imposible calcular con precisión los costes energéticos que tendrá para la empresa optar por un proveedor energético u otro.

A todo ello hay que introducir el elemento de los cambios regulatorios. El sector energético en España está sujeto a numerosas modificaciones legales cada año, que pueden afectar significativamente a las empresas. Aunque el número exacto de modificaciones es variable, es habitual que cada año se produzcan diversas actualizaciones en normativas relacionadas con tarifas, impuestos, incentivos a las energías renovables y requisitos de sostenibilidad. Estos cambios constantes pueden generar incertidumbre y dificultades en la planificación empresarial, dado que las empresas deben adaptarse continuamente a nuevas normativas, lo que puede implicar costes adicionales y ajustes en sus operaciones. Además, la complejidad del marco regulador puede dificultar la comprensión y el cumplimiento de las obligaciones legales, especialmente para las pequeñas y medianas empresas.

Y una vez se tiene el proveedor… ¿qué?

Muchas empresas se encuentran con dificultades para acceder a datos clave sobre su consumo energético y los costes asociados. La falta de transparencia en la facturación y la ausencia de sistemas claros de información impiden que las empresas puedan tomar decisiones informadas sobre su estrategia energética. Esto se ve agravado por la frecuente actualización de normativas y tarifas, que a menudo no se comunican de manera clara ni accesible. En muchos casos, las comercializadoras sólo ofrecen información parcial, dificultando la comparación entre diferentes opciones del mercado.

Además, la burocracia asociada al acceso a datos detallados sobre el consumo energético supone una barrera adicional para muchas industrias. Las plataformas de consulta de consumo y facturación suelen ser poco intuitivas o inaccesibles. Esto obliga a las empresas a dedicar tiempo y recursos a interpretar los datos para poder optimizar sus costes energéticos o a resignarse y aceptar los pagos, asumiendo que en la mayoría de las ocasiones incluyen un sobrecoste importante.

Conclusión

La volatilidad de los precios, la opacidad del sector y los constantes cambios legales hacen que comprar energía a un precio justo sea muy complicado. Por eso recomendamos a las empresas que superen el umbral de los 100.000€ anuales de gasto en suministros energéticos que nos lo dejen a nosotros. Porque es nuestra especialidad, porque es lo que mejor sabemos hacer.

¿Tu empresa está en este contexto? ¿Quieres que te ayudemos?